miércoles, 27 de marzo de 2019


El libro es entendido hoy en día como  negro sobre blanco en papel encuadernado, pero no siempre fue así. El primer soporte de escritura conocido es la piedra, posteriormente la arcilla, la madera, papiro (Egipto), seda (China), hueso, bronce, cerámica, escamas, palma seca (India), papel, soportes electrónicos, piel humana (tatuajes), etc.

Etimológicamente, las palabras biblos y liber tienen, como primera definición, corteza interior de un árbol. En chino el ideograma del libro son las imágenes en tablas de bambú.Las tablillas encontradas en Mesopotamia en el 3.000 a.C. fueron antecesoras del cálamo, un instrumento en forma de triángulo que servía para imprimir los caracteres en la arcilla antes de ser cocida. A esta escritura le siguió la cuneiforme, utilizada por asirios y sumerios, que cocían las tablillas para solidificarlas. En Nínive fueron encontradas 22.000 tablillas del siglo VII a. C., era la biblioteca de los reyes de Asiria que disponían de talleres de copistas y lugares idóneos para su conservación. Esto supone que había una organización en torno al libro, un estudio sobre su conservación, clasificación, etc.


El papiro

En el Antiguo Egipto se produjo uno de los avances tecnológicos más prácticos: aligerar el peso de los «libros». Las tablillas de madera o marfil del IV milenio a. C. fueron reemplazadas por los volumina (plural de volumen), rollos de papiro, más ligeros y más fáciles de transportar. Fueron los principales soportes de la escritura en las culturas mediterráneas de la antigüedad, tanto en Egipto, como en Grecia y Roma.El proceso para producir papiro pasa por varias fases: se saca la médula de los tallos de papiro, se humidifican, se encolan, se prensan, se secan y se recortan, obteniendo unos soportes de una calidad variable; los mejores se utilizaban para las escrituras sagradas. Se escribía en ellos con un cálamo (tallo de una caña cortado oblicuamente) o utilizando plumas de aves.


Del papiro al pergamino


La innovación de poder borrar el texto desplaza el uso del papiro a favor del pergamino. El pergamino se conseguía a partir de la piel de animales como la vaca, el cordero, etc. Este soporte permitía la conservación de los textos por más tiempo y en mejores condiciones al ser más sólido. Aunque era un soporte más caro.La leyenda atribuye su invención a Eumenes III, rey de Pérgamo, de donde procedería el nombre de pergamineum que derivó en pergamino. Su producción empezó hacia el siglo III a. C. No se tienen muchas referencias acerca de los libros concernientes a la Grecia clásica. Algunos vasos del siglo V a. C. y del siglo VI a. C. representan unos volumina. No existía, sin duda, el comercio con el libro, pero existían algunos lugares dedicados a la venta de los mismos. La difusión, la conservación y la reflexión sobre la catalogación del libro y la crítica literaria se desarrollaron durante la época helenística con la creación de grandes bibliotecas, que respondían al deseo enciclopédico que se puede encontrar, por ejemplo, en el afán de Aristóteles y que respondían también, sin duda, a razones de prestigio político.

Bibliotecas

Se crearon bibliotecas con la intención de conservar un ejemplar de cada libro, traducir volúmenes en otros idiomas y crear catálogos de libros. Las bibliotecas más destacadas fueron: la de Atenas (el Ptolemaion fue la que tuvo más relevancia tras la destrucción de la Biblioteca de Alejandría. Importantes fueron también la biblioteca de Pantainos, hacia el 100; y la biblioteca de Adriano, en 132); la de Rodas, la de Antioquía y la más famosa de todas ellas: la biblioteca de Alejandría (creada por Ptolomeo I Sóter y constituida por Demetrio de Falero.
Del pergamino al papel, del volumen al códice
Poco a poco el papel fue reemplazando al pergamino porque abarataba costes, lo que permitió una mayor difusión de los libros. Al final de la Antigüedad, entre los siglos II y III, y , sobre todo, en la Edad Media, el códice sustituyó al volumen. El códice se entiende ya como el libro que conocemos hoy en día, con forma rectangular, dejó de ser un rollo continuo y se convirtió en un conjunto de hojas cosidas. Desde ese momento fue posible acceder directamente a un punto preciso del texto. El códice o libro resultaba más práctico ya que podía ponerse sobre una mesa facilitando que el lector pudiera tomar notas o escribir mientras leía. El formato de los códices fue mejorando con la separación de las palabras, las mayúsculas y la puntuación; después se añadieron las tablas de las materias y los índices, que facilitaron el acceso directo a la información requerida. Este es el formato que hoy en día se usa, un formato con validez desde hace 1.500 años.

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